P: Kelsey, ¿puedes contarnos cómo comenzaste con el ciclismo de montaña y qué fue lo que te atrajo de este deporte? Kelsey: Mis padres eran grandes aficionados a la bicicleta y nos llevaban a mi hermano y a mí de excursión desde que éramos pequeños. Pero, sinceramente, muchas de esas salidas terminaban siendo aventuras de seis horas empujando la bici por senderos difíciles. Así que al principio no me entusiasmaba mucho el ciclismo de montaña. Me parecía demasiado difícil y no entendía qué tenía de divertido. Más tarde, en mi adolescencia temprana, muchas de mis amigas empezaron a hacer ejercicio por la presión social, y la mayoría se dedicaba a correr. A mí nunca me gustó correr, pero tenía una bici de montaña en casa, así que comencé a salir a pedalear sola por las mañanas, antes de ir al colegio. Había una ruta que hacía siempre y trataba de mejorar mi tiempo cada día. Ahí fue donde empecé a amar este deporte: la soledad, la conexión con la naturaleza, ver el amanecer… se convirtió en algo que realmente disfrutaba. Aunque al principio fue una reacción a la presión social, terminó siendo algo profundamente personal. Tenía unos 13 años en ese momento.

P: Ahora corres con el equipo KMC Ridley Mountainbike Racing Team. ¿Qué te motivó a dar ese salto y cómo ha sido la transición a un equipo europeo? Kelsey: Pasé los últimos cuatro años con el Team 31, que era un equipo muy pequeño y familiar. Fue el lugar perfecto para desarrollarme como persona y como atleta. Pero sentí que era momento de asumir más responsabilidad, de crecer, de estar más por mi cuenta. Entrar en el KMC Ridley ha sido un gran cambio. Es un equipo más grande, con más estructura. Para alguien de EE. UU., la mayor dificultad es compaginar la vida en casa con la temporada europea. Paso casi seis meses al año viajando, sobre todo en Europa, así que tener un entorno sólido a tu alrededor es fundamental, y el KMC me lo proporciona. Además, el equipo está formado por personas muy inteligentes, y también divertidas. Me encanta tener compañeros con diferentes edades, culturas y experiencias de vida.

P: Ya competiste con el equipo en Brasil. ¿Cómo fue esa experiencia para ti? Kelsey: La primera Copa del Mundo de la temporada siempre tiene una energía especial: mucha expectativa, presión y emoción. Me encanta correr en Brasil. Es genial competir en lugares nuevos y, siendo estadounidense, siempre estoy un poco fuera de mi zona de confort. Pero en Brasil, los europeos también están fuera de su elemento, así que el campo de juego se equilibra un poco. Los circuitos en Brasil son muy rápidos y tácticos. Las carreras de short track (XCC) ahora se parecen más a un pelotón compacto, con menos separación. Vivir ambas carreras (XCC y XCO) seguidas fue muy intenso, pero también te obliga a estar presente y alerta. Para mí, eso es competir: estar completamente enfocada.

P: Pensando en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, ¿cómo te estás preparando para los próximos años? ¿El hecho de que se celebren en casa cambia tu perspectiva a largo plazo? Kelsey: Siempre tengo en mente algunos objetivos a largo plazo, y LA 2028 es definitivamente uno de ellos. Pero también intento mantener el equilibrio. Si me concentro demasiado en algo que está tan lejos, pierdo la alegría del proceso. Estoy emocionada, claro. Pero lo mejor que puedo hacer es centrarme en lo que tengo delante: el trabajo diario, el progreso constante, disfrutar del camino. No quiero perder la perspectiva por fijarme solo en el destino.

P: Lograste combinar el deporte de alto nivel con tus estudios en Stanford, lo cual no es nada fácil. ¿Qué aprendiste de esa experiencia que todavía aplicas a tu entrenamiento o competición? Kelsey: Me gradué en 2020 y Stanford fue una experiencia muy formativa. Tanto Stanford como el circuito de la Copa del Mundo son entornos de alto rendimiento, y vivir ambos me ayudó a entender cómo funcionan… y cómo funciono yo en ellos. Estudiaba 20 créditos, trabajaba, salía con mis amigas cuatro veces por semana y entrenaba como profesional—todo sin apoyo institucional. Tenía esa mentalidad de “puedo con todo”, pero al final me generó mucha ansiedad y empeoró mi trastorno alimenticio. Cuando terminé, tenía un agotamiento hormonal que me duró años. Aprendí que sí, puedo con todo… pero ¿a qué precio? Esa experiencia marcó profundamente quién soy hoy y mis valores como atleta. No la cambiaría por nada. Solo yendo al extremo aprendí a escuchar a mi cuerpo de verdad. Durante Stanford, me fui enfermando poco a poco. Mi cuerpo comenzó a desconectarse por completo. Ahora lo veo como un sistema de retroalimentación muy claro.

P: Mencionaste que tu madre fue una de tus entrenadoras. ¿Qué papel tuvo en tu formación como deportista? Kelsey: Compartir el ciclismo con mis padres ha sido muy especial. Aún salgo con ellos a pedalear. Ese primer contacto con la bici fue algo lleno de alegría y conexión, y eso marcó mi visión del deporte. Nunca me sentí presionada por ellos. Fue un ambiente muy sano, en el que se trataba de compartir algo significativo. Eso es muy raro, y les estoy muy agradecida. Hoy, cuando salgo a montar con alguien, lo hago con ese mismo espíritu.

P: Hoy en día, las tijas telescópicas se han vuelto estándar en el cross-country. ¿Qué opinas sobre su papel en las carreras actuales? Kelsey: Es increíble pensar lo reciente que fue ese cambio. Creo que la última vez que competí sin dropper fue en 2018. Desde entonces, siempre la uso. Antes la cambiaba para ciertas carreras, pero ahora no tiene sentido correr sin ella. Los circuitos se han vuelto más técnicos, más exigentes, y eso está enriqueciendo el deporte. Hay debate entre los trazados tipo bike park (con saltos) y los técnicos naturales, pero en general, creo que la evolución va por buen camino. Nos hace atletas más completos. El dropper ya no es opcional. Es una herramienta de seguridad, confianza y control. No solo en secciones técnicas: te permite respirar, relajar la postura, sentirte segura. Uso un KS-Lev, que es muy ligero. La diferencia que marca es enorme.

P: ¿Has descubierto otros componentes o ajustes que realmente hacen la diferencia en los circuitos técnicos? Kelsey: Totalmente. El más importante es la suspensión. Este año trabajo con el mecánico del equipo, Matej, y ajustamos los settings en cada carrera. Es la primera vez que siento que mi bici está completamente adaptada a mí. Tenemos una base, pero los pequeños ajustes según el trazado marcan una gran diferencia.

P: En la ruta se habla mucho de las «ganancias marginales». ¿Pasa lo mismo en el cross-country? Kelsey: Sí, totalmente. Pero hay que tener cuidado. Mi entrenador siempre dice que las mejoras marginales solo valen si ya dominas lo básico. Y dominar lo básico es mucho más difícil de lo que parece. A veces nos obsesionamos con ahorrar gramos cambiando un tornillo, pero descuidamos el sueño, la alimentación o la salud mental. En un deporte tan incierto como el nuestro, esas obsesiones dan una falsa sensación de control. Pero la energía es limitada. Para mí, es más útil invertir en gestionar la ansiedad que en cambiar una pieza de la bici. Dicho eso, los detalles sí importan en el alto nivel. Pero deben llegar en el momento adecuado. Por eso es clave tener un equipo de confianza. Si mi mecánico se encarga de la bici, yo puedo enfocarme en lo mío.

P: Has participado en el debate sobre el auge del gravel. ¿Qué opinas de cómo está creciendo esta disciplina? Kelsey: Cada vez que la gente se entusiasma con la bici, es algo positivo. El gravel en EE. UU. ha crecido muchísimo. Los amateurs se apuntan a carreras extremas como la Unbound, que los pros hacen a 32 km/h durante 12 horas. ¡Es una locura! Pero eso es lo bonito: la aventura, el desafío. La gente quiere vivir experiencias reales, y el gravel ofrece eso. Está alimentando al ciclismo en general.

P: ¿Qué es lo que más te gusta hoy del ciclismo? ¿Qué te motiva a seguir? Kelsey: Me encanta que el ciclismo sea tan dinámico. Siempre hay algo nuevo que aprender, mejorar o cambiar. Cuando una cosa se vuelve repetitiva, siempre aparece otra que te desafía. El año pasado estuve enfocada en recuperar mi salud. Fue durísimo, pero también emocionante. Este año, por primera vez en mucho tiempo, confío plenamente en mi cuerpo. Y eso ya es un nuevo tipo de desafío: usar esa estabilidad como base para crecer. La evolución constante es lo que más me gusta de este deporte.

Fotos: Piotr Staron